El Lejano Oriente ruso, en la carrera hacia las cero emisiones netas
Mientras el mundo se prepara para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que se celebrará en Glasgow en noviembre, la más importante desde la firma del Acuerdo de París, llega una señal alentadora en los esfuerzos mundiales para hacer frente a la crisis climática desde el remoto extremo oriental de Rusia.
En enero, se dio luz verde a un plan piloto de comercio de emisiones de carbono en la isla de Sajalín, la más grande del país, como parte de una hoja de ruta para alcanzar las cero emisiones netas de carbono para 2025.
Rusia está estudiando la posibilidad de ampliar los resultados de esta iniciativa para que abarque todo su territorio. Esto supondría un impulso a los esfuerzos mundiales para lograr las emisiones netas de gases de efecto invernadero a mediados de siglo, requisito esencial para alcanzar el objetivo de temperatura del Acuerdo de París, que consiste en limitar el aumento de la temperatura media mundial a un nivel lo más cercano posible a 1,5 grados centígrados.
El país está experimentando los impactos de la aceleración del cambio climático. El año pasado, un calor excepcional y prolongado en Siberia provocó incendios sin precedentes en el Ártico. La cobertura de hielo marino está disminuyendo a lo largo de la costa rusa del Ártico y el deshielo del permafrost tiene graves consecuencias para las infraestructuras.
El comercio de emisiones se percibe como una gran oportunidad
Un sistema de comercio de derechos de emisión (ETS por sus siglas en inglés) suele limitar el nivel total de emisiones de gases de efecto invernadero de los países o empresas y permite a aquellos con bajas emisiones vender sus derechos extra a un emisor mayor. Emitir menos CO2 significa pagar menos por los derechos de emisión, lo que significa que la acción climática es una inversión que se amortiza.
El comercio de derechos de emisión es un medio eficaz para fijar el precio del carbono, es decir poner precio a las emisiones de gases de efecto invernadero que calientan el planeta, y se reconoce cada vez más como un instrumento esencial para la transición a una economía baja en carbono. El Secretario General de la ONU, António Guterres, es uno de los más firmes defensores de esta política.
Los regímenes de comercio de derechos de emisión pueden establecerse como instrumentos de política climática a nivel nacional y regional. En la actualidad existen programas de comercio de emisiones en Europa, América del Norte y del Sur, y en algunas partes de Asia, y se está estudiando su implantación en otras regiones. El régimen de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea (RCDE UE) es el primer gran mercado de carbono del mundo, y el mayor hasta la fecha.
Al establecer el primer sistema de este tipo en el país, Rusia tiene previsto utilizar las mejores prácticas de los regímenes de comercio de derechos de emisión existentes en todo el mundo y pretende integrar posteriormente su RCDE UE en el mercado mundial y regional, siguiendo la tendencia actual. La elección de la región de Sajalín es ambiciosa, dado que la economía de la región, en la que viven cerca de medio millón de personas, se basa actualmente en gran medida en la extracción de combustibles fósiles, incluido el carbón.
Sajalín podría ser neto cero ya en 2025
Según el plan «cero» de Sajalín, antes de agosto se realizará un inventario de sus emisiones de gases de efecto invernadero y de su potencial de captación de carbono natural, antes de que se establezca un sistema de comercio de emisiones que empezará a funcionar a mediados de 2022 con el objetivo de alcanzar el objetivo «cero» en 2025. Además del comercio de emisiones y de la prohibición de todos los coches de gasolina y diésel para 2035, la región también pretende desarrollar la producción de hidrógeno azul y verde y promover la gestión sostenible de sus bosques.
Otro sistema de acción climática basado en el mercado que se pondrá en marcha en 2021 recopilará datos por satélite y con drones sobre la capacidad de absorción de CO₂ de los bosques de Extremo Oriente. Esto permitirá a las empresas arrendar secciones de bosque al gobierno ruso para invertir en la plantación de nuevos árboles y proteger los existentes. Si se demuestra que la inversión aumenta la absorción de gases de efecto invernadero, la empresa podrá crear un crédito de carbono que se comercializará en una plataforma digital.
Estas iniciativas se producen en un contexto de aumento de las nuevas plantas de energía eólica en Rusia, tal y como señala un reciente estudio de la fundación alemana FES. El estudio muestra que, aunque Rusia aún no se cuenta entre las principales naciones productoras de energía eólica, el año 2020 trajo consigo 700 megavatios de nuevas instalaciones.