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PAPIN: LA DULZURA DE UNA ÑAPA

Por Tony Rodríguez L.

Especial OjaDiario

A la oficina de riego de Verano Largo, le entró una brisita económica que le vino como anillo al dedo, lo que aprovechó su director para implementar un plan de reparación y mantenimiento de canales y compuertas, con el fin de corregir el desperdicio de agua, que tenía a los conucos secos de sed, y a sus dueños empalagados de esperanzas.

Entre los albañiles seleccionados para reacondicionar bermas y encachar talúes, sobresalía Felipe Cuevas Duval, Papín. Según su maestro, al pupilo le aguardaba un promisorio futuro, por su notable destreza en el manejo de la plana y el nivel; por eso lo recomendó a ojos cerrados. Esos halagos, ni crearon orgullo, ni sonsacaron vanidad en el joven, porque en su plan de vida estaba prendida la ilusión casi tangible de ser comerciante; pegar block no era lo suyo.

-Yo no voy a durar mucho en esto, no- sorprendió un día a sus compañeros mientras paleaban una mixtura de arena, cemento y grava.

-Pasa el cubo, y déjate de vaina-le apremió el maestro. Lo de nosotros es aquí que está, compay.

¡Mezcla, mezcla, mezcla!

Para sobrellevar penas y deudas, y suavizar la rudeza del oficio, era raro el fin de semana que no se fueran de bares; a desquitársela. Motivado por la contentura de borrachos, Papín aprovechó una juerga de esas para sorprender a sus camaradas con una buena nueva; la tenía calladita.

-En quince días empiezo con mi colmadito- le soltó a medio trago. Todos celebraron; unos con nostalgia de despedida, otros -como el maestro- con alegría de bienvenida, aunque seguía considerando la idea como un sueño de lujo.

Era sábado, sin día siguiente que estorbara… se bebió.

Justo en el tiempo programado, Papín estaba detrás del mostrador; con más angustia que esperanza, pero resuelto. Alquiló media casa sin cielo raso en su barrio, y se instaló con sus tramos surtidos de porvenir y algunas pica-pica. Su buen trato con la gente empezó a dar resultados, la clientela iba en aumento y el negocio prosperando; se calmaba la marea. Al poco tiempo, los ladrones se percataron de la fragilidad física del establecimiento, y perpetraron varios robos, dejando tan poca mercancía que bien podía acomodarse en una paletera. Cualquiera firmaba su rendición, pero Papín hizo lo contrario, a fuerza de lío se trasladó al frente, a una casa con cielo raso; de madera sí, pero con doble techo.

-Continuamos como si no ha pasado nada- le dijo a su mujer el día de la reapertura.

-Seguimos- corroboró la joven madre; tímida, pero dispuesta.

Papín agradeció a Dios, le pidió por sus siete hijas, y se puso otra vez detrás del mostrador. Con el mismo entusiasmo, pero con más fe.

Emplazado en su nuevo espacio, las cosas continuaron con igual impulso que en la casa sin cielo raso. Los compradores acudieron en masa, y a los pocos días las pica-picas se vieron acompañadas por latas de jugo, y de salsa de tomate; y como novedad, un departamento de aseo personal donde una vitrinita exhibía a través de un plástico transparente, el Jabón Salva Vidas y la crema sudorina Deporte. Enarbolando el lema “Balanza justa Ñapa segura” el laborioso hombre se adueñó de manera definitiva del corazón de su gente y de una pequeña porción de su bolsillo.

Paralelamente con el avance que iba logrando el bodeguero, algunos malintencionados empezaron a verter contagiosa dosis de toxina en las venas ignorantes de la ciudad; humanos al fin.

-Eso no es limpio, no- propagaban a cloaca abierta -Papín tiene bacás, Papin tiene bacás, Papin tiene bacás, Papin tiene bacás, Papin tiene bacás – a golpe de repetirlo convirtieron en un mito al esforzado trabajador, quien resistió el asedio con muros de indiferencia; en cambio, los propietarios del local se lo tomaron a tanto pecho, que decidieron pedirle la casa en alquiler, para proteger su propiedad de malos espíritus, o por temor a ser vendidos en un combo familiar o, comprados sin tazar; por cabeza.

Antes que lamentarse, el pujante colmadero echó manos a su energía para hacerse de un puesto en calidad de arrendamiento; y lo halló.  En esta ocasión no quedaría al frente, ni al lado de la casa sin cielo raso, pero en el mismo perímetro barrial, donde las amas de casa lo siguieron como en el anterior reseteo.

-De aquí salgo yo para lo mío- se retó después de acomodarse, cansado de dar brinco.

La popularidad de Papín caminó por todo el pueblo, atrayendo clientes de otros sectores, abarrotándose el negocio desde que el sol instalaba sus luces en las pupilas del día. A la par con el desarrollo, “aquellos”, movidos por atávicos prejuicios, continuaban exprimiendo su bilis con lo del bacás, para dañar un prójimo que vendía, fiaba y regalaba con el mismo desprendimiento; y en unos casos daba la ñapa por adelantado, para que ningún niño se fuese a su casa con la ilusión vencida.

Según había augurado el animoso pulpero, a los pocos años se hizo de su propio local; con cielo raso, doble techo y colgadizo para depósito. Asentado en lo suyo, se afianzó como el mayor vendedor de alimentos al detalle de Verano Largo; y cuidao.

Como el negocio estaba siempre full de amas de casa, Papín mantenía jocosos coloquios con ellas, para quitarle aspereza a los largos turnos que debían hacer.

-Mi novia, ¿me trajiste desayuno? – le decía a las más desesperadas, saltando de un tramo a otro como pez en el agua. -Yo voy amanecer allá hoy- le soltaba a otra, mientras despachaba “tres de salchichón cami”. Así la espera perdía la prisa; se iba volando.

Papín, sin apresurar la historia llevó el barco a puerto seguro, y antes que sentarse a observar el tortuoso mar que había vencido, se dedicó a ampliar sus conocimientos a base de la lectura de clásicos y contemporáneos para complementar la paz de la fe, con los conocimientos de la ciencia; y lo más significativo, nunca dejó a la deriva a la gente que le evitó naufragar en sus inicios en la insegura casa sin cielo raso.

El Colmado de Papín, tuvo tanto arraigo que trascendió las fronteras del barrio El Tanque, y superó los límites de las utopías, al punto que todavía hoy día, los hashtags que se crearon a su alrededor siguen siendo tendencia en la memoria de todo un pueblo y su gente.

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