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“UN AMIGO DE 41 AÑOS”

Conocí al cineasta y escritor Leo Silverio en medio de una lucha reivindicativa en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en el segundo semestre del 1980. En ese momento peleábamos por estudiar lo que deseábamos, lo que nos apasionaba y llenaba de emoción: Cinematografía.

Esta vez la lucha no era hacia las fuerzas represivas del gobierno, era interna y contra las autoridades universitarias de ese momento. Los dos y otros amigos de estudios discutíamos la forma de garantizar nuestra subsistencia estudiantil luego de cursar varios semestres, y aguantar la cuerda en el barrio y la familia por elegir  una carrera sin futuro en el país.

La estrategia planteada para mantener abierta nuestra oferta curricular fue muy agresiva pero necesaria y dio los resultados esperados. Temprano, a las cinco de la mañana (5:00 A.M.), tomamos todas las oficinas administrativas de la rectoría para provocar un dialogo con el Rector y la Vicerrectora Docente. Ambos funcionarios se habían negado varias veces a recibirnos.

Candados, cadenas, llaves y una férrea determinación a defender nuestros derechos y deseos, concitó el respaldo unánime de la población estudiantil a nuestra lucha. A las nueve (9:00 A.M.) de la mañana de ese día, abrimos los candados y soltamos las cadenas porque el señor Rector había escuchado y aceptado los argumentos de nuestro equipo negociador.

A partir de ese momento real, pero enteramente cinematográfico, nuestra carrera se solidificó en la oferta curricular de la universidad, y aunque muy pocos estudiantes ingresaron a ella en los semestres siguientes, ninguna autoridad universitaria, por más aguda que fuere la crisis económica en la Academia Estatal, osaba plantear la supresión de la carrera de Cine.

Como casi todos ustedes saben en la vida universitaria conocemos personas de diversos contextos, sociales, políticos, educativos, económicos y culturales. Muchas de esas relaciones por lo común concluyen luego de graduarnos. Con el hermano Silverio y un servidor pasó lo contrario. Coincidimos en varias asignaturas con maestros extraordinarios como Humberto Arias, Altagracia Díaz de Jesús, Jimmy Sierra, Ángel Haché, Jean Luis Jorge, Wifredo García, profesores que por su fértil audacia educativa nos impulsaban a investigar y producir más allá de las aulas, provocando en ambos la intención de asumir en serio esa profesión tan vilipendiada por una parte de la sociedad en esos tiempos. Hasta en el mismo campus universitario éramos objeto de burla.

Ya graduados, nos fuimos a las calles y nos preguntamos: ¿Qué hacemos ahora con el Diploma? ¿Cómo hacemos Cine en el país? ¿Quién nos va a facilitar dinero para hacer uno o varios proyectos? ¿Es la televisión nuestra más apropiada opción?

Entones reflexionamos: “Para hacernos creíbles profesionalmente, hay que hacer carrera”.

Mientras otros colegas marcharon a sus pueblos de origen y al extranjero, nosotros en cambio echamos manos de un proyector 16 milímetros, prestado en la UASD y montamos los jueves de Cine en el Centro Cultural de España. Allí conocí una parte de los amigos del maestro Silverio, procedentes del Taller Literario “Juan Sánchez Lamouth”, que funcionaba cada domingo en la Iglesia del Sector Los Mina Viejo, en la Zona Oriental de la Ciudad Capital. Esos contertulios del taller, entre los que contaban: Jorge Jiménez, Misael Valdez, Luesmil Castor, Alejandro Santana, Julián Sosa, Abinader Fortunato, Ángel Sosa, nos daban respaldo en cada uno de esos encuentros cinematográficos. La presencia de éstos y familiares era vital para hacernos sentir acogidos en un medio cultural tan hostil como el que vivíamos ya entrada la década 80´.

Luego conseguimos la comprensión y ayuda del dramaturgo Enrique Chao para que nos facilitara gratuitamente la película y una de las Salas del Multicine Colonial para desarrollar allí las funciones domingueras del Cine Club Santo Domingo. Con la pírrica pero importante aportación económica de los miembros, imprimíamos el boletín “El Cineasta”.

Hicimos crítica juntos durante dos años en el Periódico El Nuevo Diario. Luego Leo se fue al Caribe, yo me fui a la Revista-Galería del Periódico “El Nacional”. Luego pasamos los dos a la Radio y la Televisión ejerciendo siempre nuestra profesión.

Con la ayuda de amigos e instituciones hemos organizado eventos de Cine, Televisión y Fotografía. Esa experiencia también nos ha permitido participar en eventos internacionales en diversos países, ya como expositores, ya como simples receptores de experiencias profesionales. La docencia universitaria, técnica y extracurricular ha sido intensa y extensa en nuestras vidas.

Para no hacerles más extensa la historia, el hermano Leo me dice en el 2012 que va a dejar un cómodo y bien remunerado empleo estatal para dedicarse por entero a la literatura. Que necesitaba ese respiro. Que no aguantaba más esa dinámica laboral tan mecánica. Me pareció que la decisión ya la tenía tomada hacía cierto tiempo, pues parecía terminante. Creo que sólo me lo informaba en ese momento. No lo desanimé pero tampoco lo motivé en extremo.

Creo que en su subconsciente  iba y volvía de manera pesada como un leitmotiv cinematográfico, cual péndulo de reloj antiguo, la ocasión en que obtuvo el tercer lugar en el concurso internacional de cuentos de casa de teatro en el 2003, con la obra “Travesuras de Muchachos”. Con esa propuesta se estrena públicamente en la Literatura Dominicana nuestro aliado de siempre Leo Silverio.

Luego de esa agresiva decisión del 2012, las propuestas literarias del amigo han cobrado un alto sentido creativo. Diversos premios y reconocimientos así lo atestiguan. Creo que en él tiene el Cine y tiene la Literatura Criolla el prototipo del intelectual con talento que reclama esa fusión de manera urgente.

Debemos propiciar mañana, el viernes, el domingo, o el próximo lunes, el entendimiento horizontal y pleno entre esas dos fuentes plásticas que reclama a gritos la cultura nacional: Cine y Literatura / Literatura y Cine.

Creo que al hermano Leo Silverio le corresponderá ahora, como le correspondió en la UASD en  el año 1980, abrir los candados para que esa simbiosis creativa de esas dos expresiones universales del arte, empiecen a dar los frutos que cambiarán el perfil de nuestras historias en pantalla y en el texto llano.

Agustín Cortés Robles

Agosto 25/2021.

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