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No Siempre el café está caliente: constancia del poeta Rafael Pineda

Especial OjaDiario

por Fernando Fernández Duval

 Rafael Pineda, el poeta, el autor de “No siempre el café está caliente”, lo conocí discretamente colocado  sobre el piso en el frontispicio  de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, una tarde de verano a finales de los setenta o comienzo de los ochenta; aquella vez llevaba por título “Corazones golpeados” en un bolsilibro publicado por editora Taller, que dirigía el ingeniero José Israel Cuello. Alguien que sabía que yo era de los pocos jóvenes tontos de entonces que leía poesía, me dijo, mientras hurgaba la improvisada librería donde el buhonero librero había amontonado para la venta  libros de textos universitarios sobre diversos temas y autores, hasta cualquier  tema variopinto, “mira, lee ese librito, es una joya”, así lo hice, compré por una módica suma dicho poemario, equivalente a un pasaje en autobús de la UASD al ensanche Ozama por la Venezuela, el mismo tenía la cara del autor , en blanco y negro, que no ha cambiado mucho a pesar de los años, y que leí rápidamente sentado en una banqueta frente al monumento dedicado a Bartolomé Mitré, mientras esperaba la sección siguiente de clase en mi condición de estudiante en la Primada de América.

Así conocí a Rafael Pineda,  el poeta. Después, en mi deambular por el Suroeste como técnico del Instituto para el Desarrollo del Suroeste, vi en persona a Rafael Emilio Reyes Pineda, cortes, amable, de hablar  pausado, preciso, directo  y mirada chispeante y reverente,  como la de  un célibe seminarista entregado a los quehaceres divinos. Es un libro formado estructuralmente por muchos poemas, pero en realidad es un solo poema  que canta a la libertad, a la lucha del campesino por la tierra, a la gesta del pueblo chileno, a sus días de prisión en la Gestapo pinochetista,  al amor y a la belleza de la mujer, a los héroes de nuestra América Latina y de nuestro país, a Olivorio Mateo, el gran personaje mítico que muy bien describe Lucitania Martínez en su investigación cuali Palma Sola.

Varias cosas me llamaron la atención  de este libro de Rafael Pineda. La primera, el desafío y sencillez de sus imágenes y metáforas al alcance de todos, como aquella, “una mujer es un bohío incendiado” que colinda con lo cotidiano, porque  parecía que “Corazones golpeados” fuera escrito por el hombre sencillo de la sierra, de los campos de habichuelas y arrozales sanjuaneros, de las ciudades y los barrios y que Rafael Emilio Reyes Pineda, transformado en Rafael Pineda, lo tomara de esas realidades como un demiurgo y lo convirtiera en canto. Lo segundo, en cada poema subyace un pensamiento,  una filosofía de lo sencillo que pregunta de forma inocente y consistente, como toda buena filosofía y deja una impronta para penetrar lo sagrado, destruir verdades establecidas, templos y pagodas, como forma de corregir la vida.

En mil novecientos noventa y nueve, publicó “Diario de una prisión en Chile”, en el que  canta con dolor la cruda realidad que le tocó vivir mientras estuvo preso en el estadio de futbol en Santiago de Chile,  a raíz del golpe de estado al presidente socialista y mártir de América Latina, Salvador Allende.  Es un crudo diario de guerra de un combatiente que tomó su pluma como arma para repeler  la villanía y el crimen horroroso de la oligarquía de los mal recordados Richard Nixon y Henry Kessinger, de la CIA, de la burguesía del cobre, del diario el Mercurio, de la International Telephone and Telegraph  (ITT)  y de sus socios  europeos y norteamericanos. Por esa razón, sus poemas  le cantan a lo dialécticamente opuesto,  a Neruda, a Víctor Jara, a los fusilados frente a sus ojos atónitos de prisionero, a los que no se dejaron doblegar de las torturas y de las cárceles y prefirieron la muerte como libertad, a los que siguieron amando la vida y los sueños, no obstante la dura situación, donde los presos tenían solo dos opciones: vivir o morir. Y Rafael Reyes Pineda que inventó al poeta Rafael Pineda  -o los dos a la vez, que vivieron esa tragedia, y les tocó morir y resucitar en ese testimonio para que la historia no se olvide y no vuelva a repetirse jamás por estos predios desde el río Bravo del Sur hasta Tierra del Fuego.

El mismo Rafael Pineda que inventó Rafael Emilio Reyes Pineda,  publicó “Las mariposas de San Juan”, en dos mil siete, un poemario que sigue la misma tradición de los libros anteriores en forma y estilo, pero esta vez se cuenta con vehemencia e ironía la historia de la tierra, de sus remotos paisajes y parajes, de sus aguas, de las torrenciales lluvias que empapan al valle, la alegría y el dolor de un pueblo en medio de sus penurias y alegrías a través de las mariposas que de tiempo en tiempo aparecían por millones a pintar de colores diversos el paisaje, que otro grande de la literatura dominicana de estos  tiempos, el Premio Nacional de Literatura, el poeta Mateo Morrison,  encomió con estas palabras: “Ahora se  nos presenta con el libro las “Mariposas de San Juan” que es un canto a todo el esplendor de la naturaleza de la mujer y de todo lo relativo a su aldea natal: San Juan de la Maguana”.

“No siempre el café está caliente “, el libro reciente que nos convoca, está formado por veintinueve poemas en un texto de 68 páginas, impreso y encuadernado en Montevideo -Uruguay. El título que designa este texto tiene su raíz en una frase del poeta y dramaturgo turco Nazım Hikmet Ran (Salónica, Imperio otomano, nacido el 20 de   noviembre de 1901 – Moscú, y fallecido el 3 de junio de 1963),  considerado en Occidente el poeta más importante en lengua turca del siglo XX. Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas. Largamente exiliado de su país de origen a causa de su militancia comunista, murió en 1963 como ciudadano polaco, según Wilkipedia.

¿Porqué Rafael Pineda toma esta frase, “No siempre el café está caliente” de Nazim Hikmet como hilo conductor y título de su obra?

Se diría –como nos lo contó a mí y a Ike Méndez, recientemente en ropa deportiva en la sala de un  apartamento de el Millón en el Distrito Nacional, donde está hospedado en estos días de Navidad, Rafael Emilio Reyes Pineda, que el café es parte de la biografía intelectual y de la vida de Rafael Pineda, porque el café persiguió a los dos Rafael, a uno, en su profesión de comunicador en su ciudad natal, especialmente en la radio, el periodismo y en la diplomacia, en este último oficio donde se  gana la vida, pero no!!, me equivoco, no es así en el caso del otro, de Rafael Pineda,  es que “No siempre el café está caliente”, es una metáfora que designa una realidad, aterradora y cabrona como la que le tocó vivir a Nazim Hikmet, como poeta y militante comunista y la que le corresponde vivir a Rafael Pineda, poeta y militante de la causa de liberación de los pueblos, el poeta sanjuanero, dominicano y universal y que él mismo justifica en su poema “Palabras de Nazim Hikmet”, cito:

“Voy a demostrarte

con palabras de Nazin Hikmet (sic)

que no siempre el café está caliente

que todos los hombres, ahí, no son héroes

que los amigos no son siempre fieles

y que edificar no es cantar una canción”.

En ese tenor, casi, como si fueran gemelos Nazim y Rafael Pineda, Nazim Hikmet  relata en su  Conversación con  Ekber Babayev, Konusmalar, Estambul, Adam Yay, 2000, lo siguiente:

“Escribo tanto siguiendo la métrica de la literatura popular como con rima. (…) Escribo también en lengua hablada, en su expresión más simple, sin métrica ni rima. Hablo tanto de amor como de paz, de revolución y vida, de la felicidad, del destino, de la esperanza y la desesperación. Quiero que todo lo que es propio del hombre lo sea de mi poesía. Quiero que el que me lea pueda encontrar, en mí o en nosotros, la expresión de todos sus sentimientos. Que nos lea tanto cuando quiera leer un poema sobre el 1 de mayo, como cuando quiera oír hablar de su incomprendido amor. (…)

Desde que soy poeta, lo que espero, lo que exijo de las bellas artes es que, al servicio del pueblo, lo conduzcan hacia días mejores. Que traduzcan el sufrimiento, la cólera, la esperanza, la felicidad, la nostalgia del pueblo. Eso es lo que no ha cambiado en mi concepción del arte. El resto ha variado, varía y variará en todos los sentidos. Yo he cambiado, cambio y seguiré cambiando para testimoniar de la manera más conmovedora, más inteligente, más eficaz, más bella y más perfecta, esto es lo que no cambiará”.

¿No  se reflejan acaso esas palabras en los versos de Rafael Pineda a lo largo de su vida fecunda de poeta y combatiente de las más altas ideas, del amor y la justicia?

El texto “No siempre el café está caliente” se caracteriza justamente por la sencillez de sus versos, la inteligencia del sentido de las imágenes, del humor y del metalenguaje, a veces lleno de ironía, otras, cargados de sabiduría superior, como decía Friedrich Nieztzsche en el libro “Así hablaba Zaratustra” , suaves, cortos y bien delineados y otras relampagueante como en noche de tormenta, sin métrica ni rima, pero con  ritmo y fuerza interior, cantándole al amor,  a la América del Sur, a nuestros padres creadores de las patrias sudamericanas y caribeñas, al combatiente que lucha,  a la naturaleza, al Iguazú, al amor de una mujer de carne y hueso, a San Juan de la Maguana, a Sinecio Ramírez, a Juan Bosch, el maestro insigne de la cuentística y la política, al cantautor Víctor Jara, al siempre eterno Narcisazo, y a la poesía …

Voy a detenerme  en el poema  9-11, que simboliza los 9-11 de 2001 del derribo de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York  y al 9-11 obviado y expatriado, porque les da vergüenza a los idiotas de Washington,  dueños los medios de comunicación y del golpe de estado al gobierno socialista de Salvador Allende en 1973.

En este poema, Rafael Pineda no menciona directamente el 9-11 del derrumbe de las Torres Gemelas, pero tampoco  lo esquiva, por contraste. Por asociación de ideas,  intrínsecamente conecta la memoria de ambos acontecimientos, uno discriminado y colocado en el olvido y el ostracismo y el otro destacado, como si los muertos del 9-11 de 1973 no tuvieran el mismo valor que los del 9-11 del 2001. Por eso el poeta nos recuerda hasta con rabia e impotencia ambas efemérides, aún con el silencio del otro:

“Treinta mil chilenos murieron el 9-11 y tú me dejas aquí

herido por la lluvia.

No me dejes aquí

no me dejes en el abandono

No esperes que el café se enfríe.

Vamos a recordar

No siempre el café está caliente

y a veces falta el pan.”

Otro poema que sintetiza la poética de Rafael Pineda en este libro, porque “No siempre el café está caliente”,  es el que lleva por título  “Alabado sea el señor”, que canta al terremoto ocurrido en Haití en 2010 uncido de dolor, al Haití que llevamos dentro, aunque sea en un costado como una úlcera,  o un volcán en erupción, si bien no le gusta a muchos patrioteros de este lado de la isla, pero está en nuestro ser; dice el poeta, cito:

“Doscientos cincuenta mil

murieron  en Haití por el terremoto

una sola noche

La misma noche

que  en Santo Domingo

el mar enfurecía.

Y al día siguiente

treinta mil murieron por la peste.

Llegamos temprano

y no había trabajo en la oficina.

Los empleados estaban con una radio

encerrados en la cocina

escuchando las últimas noticias del terremoto.

En ese mismo momento

hubo veinte nuevos fallecidos.

Una hora después sucumbieron veinte mil

hasta llegar a doscientos cincuenta

mil

y luego los muertos por el cólera

y los que murieron por el hambre

La peste se expande

por doquier

Alabado sea el señor

Nada acontece sin tu designio.”

Finalmente, quiero dar las gracias a la trilogía volcada en una sola persona, como la como las Tres Divinas Personas del mito bíblico. A Rafael Pineda: el hijo, a su padre creador: Rafael Emilio Reyes Pineda,  y al libro: el espíritu  “No siempre el café está caliente”, por entregarnos esta obra maravillosa.

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