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Creatividad y libertad: Teoría del principio de la ética

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POR Virgilio  López Azuán

(LA VERO DIRITA). Un acto de conciencia trascendente es un acto creativo y es donde se desarrolla el estado de libertad. El individuo humano para ser creativo tiene que haber formado y asumido un estado de conciencia superior. Este es el resultado complejo de experiencias, asociaciones de imágenes, sentimientos, valores, saberes, reflexiones… La construcción de la conciencia es una actividad profundamente ética e identitaria que trae su memoria genética y procesa de la cultura gran parte de su materia prima para su conformación estructural y filosófica.

Pero ¿de dónde proviene el acto creativo? La neurociencia sería quien trate de explicar las funciones cerebrales asociadas al acto de creación, sin embargo, a medida que sucedan las certezas se amplían los márgenes de incertidumbres, unas tantas veces insondables. Gardner (1999) dice que «La creatividad no es una especie de fluido que pueda manar en cualquier dirección”, él divide la mente en regiones de “inteligencias”, y aunque la persona pueda ser inventiva en matemática, música, lenguaje, particularmente no se puede tipificar de creativa.

Cualquiera que sea el área del cerebro que desarrolle su “inteligencia”, tiene que verificarse algún proceso particular que haga desarrollar esa “inteligencia” y tiene que manifestarse ya sea por medio de rayos biolectroquímicos que bien pudieran llamarse emanaciones, o por otro medio. Si son emanaciones, entonces contradice a Gardner en su afirmación de que la creatividad no es una especie de fluido. Entiendo que hay fluido, no importa cuál sea su forma, su composición y su naturaleza. Esa emanación tiene un carácter físico y otro metafísico.

El individuo humano según Nietzsche lo que desea es perfeccionarse, ser superior, crearse a sí mismo continuamente, ser creador más que una simple criatura… Centrando el análisis únicamente en el deseo de perfección del hombre, sería cómodo encontrar una solución a los comportamientos humanos. Pero ¿Qué grado de verdad soporta este juicio del filósofo alemán, si es que la verdad puede ser medida en grados?

Ya encontramos dificultades en determinar los grados de la verdad. Y vienen ahora las estratificaciones de la verdad misma: verdades absolutas, permanentes, inmanentes, temporales, medias verdades, verdades contextuales, verdades puras y muchas más. ¿Qué tanto grado de verdad soporta el acto creativo? Y ¿para quién es verdad y para quién sirve esa verdad si es que sirve de algo? No es una especie de nihilismo, solo son hipótesis que plantean la búsqueda permanente propio de la naturaleza humana. Pero ¿de dónde nos viene esa actitud de ascenso, de mirar al cielo como techo en todos los actos humanos? Nada más obvio: de las culturas antiguas cuando adoraban al Sol o a la Luna y a otros astros. Al observar la magnificencia del universo, produce no solo miedo, sino temores, pasión, estados poéticos, adoración, y hasta respeto. Esto constituía y constituye un desafío para que los seres humanos imitaran o igualaran su grandeza.

El acto creativo une al individuo humano con lo trascendente, con las aspiraciones primigenias, con la memoria genética de la grandeza. Lo único es que esto pueda convertirse en algo patológico como ha sucedido con personajes de la historia que llenaron de obsesión y delirio la grandeza que habían creado junto a las circunstancias. Entonces, se abren caminos de locura y pérdida de las matrices lógicas que definen el pensamiento. Se pierden los estados emocionales de la armonía y aumenta la paranoia de semejanzas con los dioses.

El acto creativo puede deslumbrar el interior del individuo y a su vez hacer que ese individuo se pierda en su resplandor. Si no se canaliza la energía generada en la creación, colapsan todos los circuitos de su mente y su espíritu.

Por eso la energía creativa debe ser desarrollada sobre la base de la armonía cósmica, no sin antes establecerse como plataforma del nacimiento de principios y valores. De ellos depende la libertad, la cual se constituye en el canal por donde se circula, sin la sensación de sojuzgamiento. La libertad y el pensamiento es elección humana:

 “Hombre y mujer viven en el jardín edénico en completa armonía entre sí y con la naturaleza. Hay paz y no existe necesidad de trabajar; tampoco la de elegir entre alternativas; no hay libertad, ni tampoco pensamiento. Le está prohibido al hombre comer del árbol del conocimiento del bien y del mal: pero obra contra la orden divina, rompe y supera el estado de armonía con la naturaleza de la que forma parte sin trascenderla.» (Fromm, 1989).

La ruptura de la armonía es elección humana, lo mismo que su construcción. Si no se rompe la armonía, no existiera ni pensamiento ni libertad, y con el pensamiento y la libertad se canalizan esos estados de armonía. Eso es recursivo. La aspiración humana, nunca será única, sino muchas cosas. Pero llega el momento en que tiende a definirse, ya sea por libertad propia o por impacto hegemónico, todo esto obedece a las conductas individuales y colectivas.

La combinación de la memoria genética del individuo humano y todas sus actividades en la vida le permite construir y definir sus ansias de libertad. La creatividad es una capacidad individual y colectiva que permite las innovaciones, las transformaciones, el curso del mundo y su universo. Para ello va acumulando experiencia sobre experiencia hasta que se produce el “estallido”. Sí, porque la creatividad es un estallido de la conciencia, es la transmutación de la conciencia. Como hemos afirmado, ningún acto de creatividad es posible sin que esté presente la conciencia, que a su vez va acompañada por la voluntad. El poder de la voluntad genera fuerzas impulsoras capaces de transformar los estados de movimiento de la materia, porque lleva consigo una fuerte carga de energía potencial.

El acto creativo es siempre inacabado, las ideas solo son partículas de información que se van transformando a velocidades incalculables y el resultado nunca será concebido en un instante x por el creador, porque la creación va variando de forma vertiginosa, tanto que casi no la percibimos. Por eso es raro que ningún artista esté totalmente satisfecho con su obra, ni siquiera Miguel Ángel, con sus obras maestras en los frescos de la Capilla Sixtina, ni en sus fabulosas obras en mármol. El artista pudo haber alcanzado la máxima consumación en la obra misma, pero no la máxima consumación de sus estados creativos.

Pero ¿Todo acto creativo es artístico? Obviamente que no, es la materialización de las ideas, es la congregación de las partículas de información y no tiene que ser arte. Pero todo acto creativo aporta algo nuevo que antes no había sido expuesto.

Ahora bien, ¿dónde comienza el arte en el acto creativo? Cuando aparece forma parte inherente del acto mismo. La voluntad sirve como combustible que impulsa el acto, pero en la voluntad no está el arte, el arte está en la armonía de todos los componentes de la creación, es producto de esa armonía. No tiene ni principio ni fin, ni sale ni entra. Cumple con la armonía de las leyes naturales y la complejidad asociada a esas leyes.

La creatividad irrumpe a los planos del deleite en la medida que se tiene conciencia de la imagen, que existe una vinculación entre lo interior del creador y su entorno histórico, cultural y conceptual. Cuando la imagen se hace andrógina se presenta el arte en el acto creativo. Esa condición de androginicidad es producto de los vínculos internos y externos del creador, es el punto áureo de la poesía. No siempre el creador alcanza el punto áureo, puede que lo alcance en su estado psíquico, pero al traducirlo por medio del lenguaje ese punto áureo puede moverse y perder la esencia armónica.

Esto no quiere decir que los creadores no hayan expresado con el lenguaje el punto áureo de la poesía y lo hayan plasmado. ¡Claro que sí! Pero por lo general no es así, la simple articulación de la mano del pintor, el músico y el poeta por ejemplo envuelven en su accionar una serie de incertidumbres capaces de anular y crear al mismo tiempo, tonos, matices, metáforas, que nunca en la fragua psíquica o lingüística habrían imaginado. Existen creadores que dicen: “Esa obra quedó mejor de lo que me proponía” o “No alcancé el nivel que me propuse”, y es por eso que siempre el creador no se conforma con lo que crea, puede que ese estado de satisfacción se le presente, pero dura poco, ahí mismo empieza la otra búsqueda, la búsqueda de la obra maestra.

A veces el creador cuando hace la obra maestra ni cuenta se da, lo confirma cuando los otros se lo refieren y aun así queda insatisfecho.  ¿Será por eso que, según las leyendas, cuando Miguel Ángel al terminar una famosa escultura en mármol, y quedar como obra maestra, no conforme con lo creado le dio con el mazo en las rodillas y dijo: “Anda”?

Aunque provenga del simple anecdotario de Miguel Ángel, por ser un artista controversial para su época, y generar mitos y leyendas en torno de su obra, no es menos cierto que ese relato retrata lo inacabado del acto creativo. Y repetimos, aunque la obra sea considerada maestra, nunca alcanzará las aspiraciones cimeras de su creador.

Ahora, ¿de dónde vienen los impulsos creativos? ¿Qué papel juega la voluntad? Tiene que existir un impulso creativo, muchos pensarán desde el paradigma teocrático que es de Dios, los neurocientíficos que es de la compleja actividad fisiológica cerebral, otros de los procesos complejos de partículas subatómicas que interactúan y se auto organizan, que es un proceso bioelectroquímico definido muy bien por la ciencia de estos días,  y otros presentarán diversas opiniones como diversas son las formas de pensar del individuo humano. En fin, difícil es ponerse de acuerdo de donde provienen esos impulsos que catalizan los actos creativos, por eso el origen de los mismos siempre soportará múltiples explicaciones de carácter racional.

La voluntad es una energía propulsora, es como la yesca que prende el fuego. La voluntad no soporta sojuzgamiento, hermana con la libertad. O sea, la libertad, la voluntad y la creatividad no andan de manera separada, forman parte del mismo sistema que es capaz de transmutarse en arte a manera de fractales. No existe la libertad sin la voluntad y sin la creatividad.

Veremos entonces el orden. ¿Quién es primero y quien es después? Es que no existe lo primero ni lo después, es que son sistémicos. Toda explicación por separado es reduccionista cuando se trata de los actos de conciencia. Por eso quizás no podamos ejercitar la voluntad o perfeccionar la creatividad o ser libres porque lo concebimos de manera separada. Si el enfoque es multidisciplinario con certezas e incertidumbres podríamos hacer de los actos de conciencia un acto artístico.

El acto creativo, reafirma y niega a la vez, imita e innova, miente y devela. Pero reafirmando niega, imitando innova y mintiendo devela verdades y viceversa. El acto creativo contrapone, eleva y minimiza; es capaz de transfigurarse, camuflarse, falsearse en aras de la realidad otra.

Cuando el acto creativo es artístico libera multi cosmos, multi mundos paralelos o alternos, de ahí el campo multívoco que permite el arte.  No será arte si en el mismo no se crean campos de libertad para el otro (llamémosle espectador o lector, por ejemplo). En cuanto al creador, la sensación no es la misma. Hay tres etapas: antes, durante y después del acto. Las emociones no son las mismas en ninguna de las etapas. El estado poético del creador no es el mismo que la del espectador, ni siquiera será el mismo en los diferentes momentos en que tanto el creador que “produce” y el espectador que “consume” el producto artístico.

La libertad es la multi manera de fluir, de obrar sin obstáculos, de transitar el sentido y el sin sentido con la energía de la voluntad. Se supone que la libertad no tiene oposición ni resistencia, que debe existir de manera pura. Pero no existe así, no tiene sentido la libertad pura, es estéril y vacía; sin propósitos y absurda. El acto de libertad opone resistencia de la cual proviene y viceversa.  Según Hobbes, un hombre libre es aquel que, en aquellas cosas que puede hacer en virtud de su propia fuerza e ingenio, no se ve impedido en la realización de lo que tiene voluntad de llevar a cabo. Pero tiene que vencer las resistencias para no verse impedido. Nadie es libre sin el sojuzgamiento que comporta, según Edgar Morín.

Ya hemos dicho que fluir es una manera de poner en práctica la libertad. En ese tránsito nos encontramos con todo lo “bueno” y todo lo “malo” y podemos decidir, y la certeza de triunfar está libre de duda y no hay que apelar a la fe. Confluyen todos estados de equilibrio, florece el áureo, y todo se vuelve ingrávido. La materia pierde peso, la mente se estira y se solaza; y se pulverizan todas las pasiones y los deseos porque ya no son necesarios.

La libertad es la cristalización del vínculo, la comunión de todos los sentidos del vínculo que se hacen trascendentes. No existe libertad sin vínculos, eso que ata, libera. No existe creación ni arte sin vínculo.  La temporalidad de la libertad, la limita; pero la sensación de sentirse libre es infinita. La creación se embriaga de poder, del poder creador, de la conciencia en plenitud.

La creatividad busca vínculos de libertad. La magnífica sensación de la infinitud, sabiendo que esa infinitud es alcanzada en el extremo éxtasis de la imaginación.

El creador es rebelde en el acto creativo, y tiene que serlo, en él va dejando todo su rastro, sus partículas, su conciencia constituida. Se rompen las cadenas de la inercia y se debelan las realidades y los misterios que están ocultos en el otro. El creador pone al servicio de toda la realidad otra, o esas realidades otras que no se alcanzan en el espacio-tiempo que discurre.

Ahora bien, la realidad del creador es diferente al del otro que la percibe. Si esto sucede el arte abre su pórtico, se vuelve multívoco y cada quien ausculta sus propias esencias.

La libertad en estado puro existe en la imaginación como la desvinculación de las cosas, como la consumación de la identidad individual del ser. Y en el extremo de esa consumación estallan nuevos vínculos generadores de otras libertades. Entonces, la libertad es un ente único y al mismo tiempo multiplicado que reproduce una gama de estados espirituales inconmensurablemente plenos.

La creatividad es un acto de conciencia y libertad al mismo tiempo. Se produce una trinidad individuo-conciencia- libertad que es asistido por el impulso de la voluntad.

Pero, ¿cómo se produce el acto creativo? ¿Qué y quien lo fragua? En principio el acto de la creación estaba reservado a los dioses, que tenían el poder, la magia y el dominio de todas las cosas. Y que esa facultad en su máxima ejecución podía tener el carácter de transmutación, metamorfosis o transformación. Era fuente de poder, por eso la creación está asociada a los dioses. Vicente Huidobro en su propuesta del movimiento literario Creacionismo llegó a decir que “el poeta era un pequeño dios”, por esa capacidad creativa que poseen los poetas.  Es justo pensar que la creación proviene de Dios (mundo cristiano) o los dioses (mundo pagano). En este caso el acto creativo sería un acto divinizado, que proviene de una fuente inspiradora y contemplativa, capaz de leer la conciencia de Dios o dioses.

Teóricos como Thurstone (1952), Flanagan (1958), Gutman (1967), Guilford (1971), Wollschlager (1976), Csikszenmihalyi (1996) y Grinber (s/f) entre otros, coinciden en sus definiciones en que la creatividad genera “algo nuevo”, pero me llamó la atención el planteamiento de Barron (1955) que la define como “una aptitud mental y una técnica de pensamiento”. Cuando habla sobre “aptitud” se refiere a esa capacidad de la mente de generar o modificar para producir algo nuevo, diferente, que rompe los modelos y paradigmas conocidos. Con respecto a la “técnica de pensamiento” se habla de las destrezas, de ese mecanismo del pensamiento que actúa en consecuencia.

Pero ¿cuál es el origen de esas destrezas y quién maneja esos mecanismos? ¿Su origen es espontáneo o proviene de otra cosa? ¿O es de la naturaleza propia de la función cerebral? Seguro que es más fácil descartar las tres hipótesis sin sudar razones y mediante un acto de fe concluir que proviene de Dios. Sin entrar en esas discusiones teológicas y mucho menos apelar al reduccionismo científico, genera curiosidad todos los componentes necesarios, todas las características y condiciones que deben activarse a nivel cerebral y espiritual para que se origine y desarrolle el acto creativo, principalmente aquel acto que posee en su naturaleza la naturaleza del arte.

Por Virgilio López Azuán

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