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EL SEMBRADOR

 Por César Román

Don Juan Ricardo Machado

tenía un vecino ranchero,

era vivaracho y noble,

pero no buen jardinero.

 

Le gustaba mucho el ocio,

amaba el juego de azar,

los productos de uva y caña

le gustaban por igual.

 

El vecino un día inquirió

porqué el jardín de Machado

tenía tan bellas flores

en el terreno de al lado.

 

Con mucha paciencia y calma,

resolviendo un acertijo,

a su vecino enseguida

don Juan Ricardo le dijo:

 

“Si quieres rosas hermosas,

si quieres claveles vivos,

si quieres cosecha buena,

escucha lo que te digo:

 

Mi jardín está florido

porque planté con esmero

desde principios de abril

hasta finales de enero.

 

Trabajé con gran constancia,

y nunca me quedé inerte;

planté y saqué cizañas,

sin esperar por la suerte.

 

La lluvia fue caprichosa,

el sol me lo mandó Dios,

mas de todas las semillas,

de todas me encargué yo.

 

Hay meses de escasa lluvia,

hay días de poco sol,

pero al que siembra y se empeña

siempre le va mejor.

 

Hay veces que vienen vientos,

mala hierba en el camino,

pero si aras cada día,

vas labrando tu destino».

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