Opinión

Los intercambios de disparos no han resuelto la delincuencia callejera.

Por Manuel Heredia

En mi época de estudiante universitario sostuve innumerables debates en contra de la práctica policial de «intercambio de disparos». En no pocas ocasiones me tildaron de defensor de los delincuentes, aduciendo que los debían matar a todos a «plomo limpio» sin agotar procesos judiciales, porque esos «tigueres» no se acogían a ninguna legalidad para acometer sus fechorías.

Hoy toca llorar e indignarnos por el escándalo que ha generado el homicidio de una pareja de jóvenes inocentes a manos de los miembros de la Policía Nacional en Villa Altagracia.

Esa institución llamada a garantizar el cumplimiento de la ley y el orden público genera más desconfianza que admiración.

Tanto ayer como hoy me reitero en contra de la práctica arraigada de la Policía Nacional de matar personas sin observar ningún protocolo de actuación predefinido ni tampoco las leyes en materia civil y penal.
Aboguemos por el respeto a la legalidad, porque los «intercambios de disparos» no han resuelto el problema de la delincuencia callejera, pero sí han perfeccionado la práctica de un escuadrón que se ha dedicado a matar a sangre fría por encargo de sus superiores y también por cuenta de particulares que en ocasiones han contratado esos servicios profesionales efectivos en el mundo del crimen organizado.

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