
Las personas que viven bajo este puente han convivido durante años con el peligro latente.
Martes 15, abrir 2025, por Kelvin Isidro Valdez
Santo Domingo, RD – Durante años, la vida bajo el puente Francisco del Rosario Sánchez, mejor conocido como el puente de la 17, ha sido un reflejo de las grietas más profundas de la ciudad: abandono, desigualdad y olvido. Entre ruidos de motores y el paso constante de vehículos, decenas de personas han hecho de este espacio su refugio, su hogar improvisado, su única opción. Sin embargo, sus voces, sus miedos y sus condiciones precarias fueron ignoradas por autoridades y ciudadanía… hasta ahora.
El colapso del centro nocturno Get Set, ocurrido hace justamente una semana el día de hoy, ha sacudido a la opinión pública y a los funcionarios responsables de velar por la seguridad urbana. De repente, el enfoque gira hacia las construcciones deterioradas, los espacios marginales, los riesgos ignorados. Y con ello, el puente de la 17, que había permanecido en el olvido, empieza a despertar inquietudes.
Una vida entre concreto y precariedad
Las personas que viven bajo este puente han convivido durante años con el peligro latente. La infraestructura muestra señales visibles de desgaste: grietas, acumulación de escombros, filtraciones y hasta columnas parcialmente expuestas. A pesar de las advertencias de ingenieros civiles independientes y de los llamados de algunos líderes comunitarios, nunca se tomaron medidas correctivas. El riesgo no era noticia.
Mientras tanto, los habitantes del puente han enfrentado condiciones inhumanas: hacinamiento, falta de servicios básicos, inseguridad y constantes desalojos temporales que solo empeoran su situación. Para muchos, vivir allí es preferible a dormir a la intemperie en las calles o enfrentarse a albergues inseguros.

¿Por qué ahora? ¿Por qué después del Get Set?
La caída o el colapso parcial del edificio Get Set ha sido un llamado de alerta, pero también una muestra de cómo funciona la conciencia colectiva: se activa solo cuando el desastre golpea. Las condiciones del puente de la 17 no son nuevas. Tampoco lo es el sufrimiento de quienes viven debajo. Lo nuevo es la atención mediática, la presión ciudadana y el temor a que la próxima tragedia sea ahí.
Las autoridades han comenzado a anunciar «evaluaciones técnicas» y «posibles planes de intervención», pero la comunidad afectada teme que sea solo otro gesto temporal, otra promesa vacía. «Nos están viendo porque pasó lo del Get Set, pero cuando eso se enfríe, ¿nos van a seguir viendo?», pregunta una
de las mujeres que lleva casi tres años bajo el puente.
Una deuda pendiente
Este momento debería ser más que una reacción apresurada. Es una oportunidad –quizás la última– para reconocer a quienes han sido invisibles por tanto tiempo. Los puentes no deberían ser hogares, ni trampas mortales. Las calles no deberían ser cementerios de promesas.
El puente de la 17 necesita atención, sí, pero más aún lo necesitan las personas que lo habitan. Porque no se trata solo de concreto, sino de dignidad.