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La vida de las estrellas

Por José Alcántara Almánzar

Hace siete años Máximo Vega (Santiago de los Caballeros, 1966) entregó al público lector Era lunes ayer, un conjunto de relatos con el que hizo su entrada a la colección del Banco Central de la República Dominicana. Ahora, con la vida de las estrellas, el autor amplía su espectro narrativo con una novela breve ambientada en un pequeño barrio de su pueblo natal.

Contada en tercera persona por un narrador-testigo, esta novela se estructura como una crónica del origen y evolución de una familia humilde, sus estrecheces y aspiraciones, en la que David, joven con vocación de poeta y de científico, es lúcido testigo de marginación e ilusiones frustradas. El título de la obra no es solo una alusión al anhelo utópico del protagonista de convertirse en astrónomo, sino una metáfora del espacio constelado de galaxias lejanas que nos recuerdan nuestra pequeñez e insignificancia, y esa zona de incógnitas eternas entre la vida y la muerte, lo finito y lo infinito.

La vida de las estrellas es una novela escrita en una prosa diáfana y de buen ritmo, en la que los diálogos sirven para perfilar el carácter y las motivaciones de los personajes, cuyas acciones discurren en medio de rutinas cotidianas, vicisitudes por la subsistencia y luchas ante realidades adversas. Es una obra de fuertes contrastes sociales, no ajena a los delirios colectivos, que Máximo Vega ha sabido construir con su habitual seguridad de narrador experimentado.

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