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Jet Set: Un Grito desde los Escombros

Un minuto estás bailando. Al siguiente, estás rezando para que alguien te escuche

Martes 15, abrir 2025, por Kelvin Isidro Valdez

Santo Domingo, RD – Fue una noche común. Risas, luces, música a todo volumen, abrazos, selfies, merengue. Todo parecía perfecto. Nadie imaginaba que, en cuestión de segundos, lo que era una fiesta se convertiría en un infierno.

Cuando el techo de la discoteca Jet Set colapsó, todo se volvió oscuridad, polvo, caos y gritos. No eran gritos de emoción ni euforia. Eran gritos de auxilio. De desesperación. De miedo.

Personas atrapadas bajo toneladas de concreto, luchando por respirar, llamando a sus seres queridos con los últimos segundos de vida. «¡Ayúdenme, por favor!» «¡Estoy vivo!» «¡No me dejen morir aquí!»
Palabras que nadie debería tener que pronunciar, mucho menos en un lugar que se supone era para celebrar la vida.

Ahí, debajo de los escombros, la vida se mostró tan frágil como nunca antes. Un minuto estás bailando. Al siguiente, estás rezando para que alguien te escuche.
Para que no sea la última vez que veas la luz.
Para que alguien tenga el equipo, el valor y la preparación para sacarte con vida.

Pero los minutos pasaron. Las horas pasaron. Y la ayuda no llegaba con la rapidez ni la fuerza que se necesitaba. La falta de equipos especializados, de protocolos claros, de personal entrenado, fue como echarle tierra al poco aliento que les quedaba a los atrapados.

Y mientras tanto, afuera, muchos observaban sin poder hacer nada. Padres llorando por sus hijos. Parejas gritando nombres. Hermanos cavando con las manos. ¿Dónde estaban las autoridades? ¿Dónde estaban los planes de emergencia?

La tragedia de Jet Set no solo nos mostró una falla estructural. Nos mostró la vulnerabilidad de nuestro sistema. Y la fragilidad de nuestras vidas.

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