Literatura

Eduardo Galeano antes de morir: Juan Bosch sigue intacto en mi memoria

Por Rafael Pineda/Montevideo

Eduardo Galeano, quien murió el lunes 13 de abril en esta capital, tuvo encuentros con el profesor Juan Bosch y guardó el mejor recuerdo de este líder dominicano. Compartió con él charlas, cuentos, penas y risas. Así me lo expresó por escrito ante una invitación que le hice para que participara en un evento de homenaje a quien es considerado el mejor narrador dominicano y Prócer de la República.

El primer contacto que tuve con la obra de Eduardo Galeano fue a través de una edición de Casa de las Américas de su libro “Días y noches de amor y de guerra”. Me fascinó. Me abrió la mente sobre cosas que me preocupaban y recibí desde sus páginas un aliento, el impulso que le dio fortaleza a una interpretación de la realidad de América Latina que ya venía estudiando.

Después leí ”La canción de nosotros”, libro que abrió el camino para el encuentro con la que sería una obra cumbre sobre la colonización y los pueblos originarios: “Las venas abiertas de América Latina”. Leía lo que él escribía y nunca pensé que llegaría a conocerlo personalmente hasta que una tarde del año 2009, en una residencia del barrio Carrasco de Montevideo, lo encontré esperando el momento en que el embajador Hernán Patiño le entregara la “Orden de Mayo al Mérito en grado de Comendador”, el galardón que concede el gobierno argentino a civiles y militares extranjeros que se hayan distinguido por sus servicios y obras personales y que merezcan la gratitud de la nación. Era un reconocimiento de la presidenta Cristina Fernández en nombre del pueblo argentino. Y de los pueblos del mundo.
Era una tarde serena. De sol tenue. Sin lluvia. Entré a la casa acompañado por el Embajador de Guatemala Juan José Barrios. Ya estaban Galeano y Patiño. Luego se sumaron el entonces senador Pepe Mujica y su señora, la también senadora Lucía Topolansky y el pintor Carlos Páez Vilarò. Compartimos durante más de dos horas. Intercambiamos sobre cómo veíamos el mundo, sobre lo que acontecía en una sociedad estremecida por el holocausto del pueblo palestino sacrificado en Gaza.

Me dio su correo electrónico para que le escribiera y en una ocasión lo hice invitándolo a una conferencia que iba a ser dictada por el embajador dominicano Daniel Guerrero, en ocasión del natalicio 105 del profesor Juan Bosch.
La respuesta que recibí, fue, textualmente:“agradezco mucho ese amistoso convite, pero lamentablemente no puedo aceptar. estoy aquejado de muy aguda sobredosis de compromisos aceptados y trabajos por hacer, y no puedo agregarme nada más. Tengo el mejor recuerdo de Juan Bosch, a quien tuve la suerte de conocer y con quien tuve la dicha de compartir charlas, cuentos, penas y risas. El sigue vivo, intacto, en mi memoria. Vuelan abrazos. Eduardo Galeano.

Esa nota me la envió el 19 de junio de 2014. Ya corrían rumores de que estaba muy enfermo. No hacía apariciones públicas por un cáncer de pulmón. Mismo padecimiento que le arrancó la vida.

Las venas abiertas de América Latina proporcionó la sustancia para procesar los falsos argumentos que se usaron para variar, y a veces para omitir, hechos fundamentales de una historia escrita por vasallos de vencedores. “Usurpación de la memoria”, como él mismo, con todo derecho y razón, definió este secuestro.

Cuando la historia estaba acomodada a intereses de la geopolítica apareció Eduardo Galeano a partir del semanario socialista El Sol, y desde Marcha, donde fue jefe de redacción, inflamando con su obra una llama, abriendo los ojos de millones de lectores en el mundo, influyendo el pensamiento de los latinoamericanos que reclaman y luchan por un mundo mejor.

En una ocasión lo escuché leer sus cuentos en un teatro. Ya lo había hecho en otros lugares donde se congregaba el público para escucharlo en vivo.

En el primer capítulo de su monumental obra “Las venas abiertas de América Latina” hace referencia a la matanza de aborígenes ejecutada por el Almirante Cristóbal Colón (resguardado por la «santa» iglesia) en la República Dominicana:
“Tres años después del descubrimiento, Cristóbal Colón dirigió en persona la campaña militar contra los indígenas de la Dominicana. Un puñado de caballeros, doscientos infantes y unos cuantos perros especialmente adiestrados para el ataque diezmaron a los indios. Más de quinientos, enviados a España, fueron vendidos como esclavos en Sevilla y murieron miserablemente. Pero algunos teólogos protestaron y la esclavización de los indios fue formalmente prohibida al nacer el siglo XVl. En realidad, no fue prohibida sino bendita: antes de cada entrada militar, los capitanes de conquista debían leer a los indios, ante escribano público, un extenso y retórico Requerimiento que los exhortaba a convertirse a la «Santa» fé católica: “Si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certificaos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere…”

Estas cosas eran las que los regímenes dictatoriales de América Latina no querían que los jóvenes de sus pueblos conocieran; por ello en Chile, Uruguay y Argentina el libro fue prohibido.

“Las venas no puede circular en mi país, Uruguay, ni en Chile, y en la Argentina las autoridades lo denunciaron, en la televisión y los diarios, como un instrumento de corrupción de la juventud” En la República Dominicana no hubo una prohibición oficial de ese libro pero la dictadura imperante en los años 70 y 80 vigilaba de cerca, perseguía y mataba a quienes tenían o promovían estas preferencias literarias. Y más: a quienes cometían el error de pensar.

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