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Desarrollo, perspectivas ético-ambientales y planes de manejo de áreas protegidas (I de II)

Tres cuestionamientos por el Día Internacional de la Diversidad Biológica (I de II)

Por: Heidy Lorenzo

Ojadiario 22 de mayo 2024

Dentro de las perspectivas ético-ambientales actuales, las que más se inclinan por una protección integral de la naturaleza y la biodiversidad, son el ecocentrismo y el biocentrismo. Sin embargo, la convivencia obligatoria de estos paradigmas junto a las tendencias económicas y modelos de consumo imperantes, las actividades antropogénicas insostenibles y los cambios inducidos en los sistemas ecológicos, representan amenazas graves para diversas especies a escala global.

Estas apuntan a lo que Montalván (2020, p.182) llama antropocentrismo excluyente que expresa la consideración de lo natural como medio, como recurso a disposición del ser humano. La referida consideración, según el autor, se traduce como medioambiente, y concibe a las entidades no humanas desde una perspectiva puramente instrumental. ¿Su antítesis? Siguiendo el sentido moral en el que Montalván desarrolla el concepto: el antropocentrismo moderado.

En el primero, prevalecen las ideas kantianas, en el segundo, las de Hans Jonas. Ahora bien, ya se nieguen o corroboren en su totalidad, ambas perspectivas conducen de manera parcial a hallar los fundamentos de un conflicto recurrente: “Desarrollo Vs Ambiente”. Dilema que, bajo ciertos parámetros, no debería existir, pero bajo cuya inminente o innecesaria existencia, convergen ciertos factores que promueven su ejecución o la obstaculizan. 

Es a través de esta perspectiva sobre la naturaleza que surge el primer cuestionamiento: ¿El ser humano debe redireccionar su comportamiento para proteger la biodiversidad? ­¿Se debe replantear el concepto de diversidad biológica para evitar consecuencias fatales a la vida de las especies y a la suya propia?

A finales del siglo XX, se procuró reducir amenazas de este tipo a través del Convenio de Diversidad Biológica, entrado en vigor en el 1993 y aprobado por la República Dominicana mediante la resolución Núm. 25-96. Allí, la diversidad biológica queda definida como “la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras cosas, los ecosistemas terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte; comprende la diversidad dentro de cada especie, entre las especies y de los ecosistemas”. Otros conceptos quedan definidos: ecosistema, conservación in y ex situ… Sin embargo, el referido Convenio comprende algo más que definiciones. En este, las casi 200 naciones que ya lo han ratificado[1], reconocen la urgencia de tratar la cuestión ecológica: se asume un compromiso que apunta hacia la protección integral de la diversidad biológica. En el mismo sentido, las naciones del mundo parecen retornar a estas cuestiones a través de la adopción del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal a fin de detener la pérdida de biodiversidad.

Ahora bien, aunque estos y otros instrumentos han contribuido con la ejecución de acciones favorables al medio ambiente, quedan pendientes algunas amenazas subyacentes. Resurge el mismo dilema recurrente con diferentes significantes: “Desarrollo y crecimiento económico Vs. Biodiversidad”, y se da entrada al segundo cuestionamiento: ¿Qué se debe elegir? ¿Desarrollo o biodiversidad? ¿Podrían convivir ambos en armonía?

El antropocentrismo y el desarrollo parecen transfigurarse a través de los conceptos de crecimiento económico y lo que Becerra & Mendoza (1992, p. 34) llaman visión inmediatista de la industrialización. Producir, consumir y botar parece ser la consigna que han adoptado las sociedades modernas. Sin duda, esto depara en una acumulación considerable de desechos. Las autoras señalan que estos desechos aumentan cada vez más en la medida en que evolucionan las sociedades hacia los modelos de los países industrializados, en los cuales se percibe una aceleración del cambio.

Citan a Alvin Toffer en el Shock del futuro para referirse a este último concepto. Indican que esta aceleración se debe a una disminución continua del lapso que media entre la concepción de un invento e innovación, su aplicación práctica y su producción en masa. Ahora bien, esto, a su vez, depara en una cuestión fundamental para abordar los conceptos propuestos en este apartado: la relación del ser humano con las cosas y el consecuente “tírese después de usarlo”.

No se deben buscar fundamentos lógicos a la afirmación de que el ser humano no solo respira. De que necesita de la interrelación de ciertos elementos y factores para garantizar su supervivencia. Ahora bien, aunque parezca una interrogante bastante genérica: ¿Qué tanto consume? Entre otros muchos ejemplos, se puede considerar el recurso agua. De acuerdo con informaciones de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) de México, el ser humano necesita 100 litros de agua cada día a fin de satisfacer sus necesidades de consumo e higiene. Si se añade su deseo de comer una hamburguesa, se deberían sumar unos 2,400 litros más, que es la cantidad requerida para producir solo una, y lo que equivale al agua que consumirían 24 personas. También necesita un techo donde vivir, lo que acarrea cuestiones como huella hídrica, extracción de agregados o el vertimiento de aguas residuales y residuos contaminantes.

Según cifras del Banco Mundial, 2000 millones de personas en todo el mundo no tiene acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura;  el cambio climático se manifiesta a través del agua; y los riesgos climáticos vinculados al agua se propagan a través de los sistemas alimentarios, energéticos, urbanos y ambientales.[1]El Banco Mundial asegura, además, que entre el 43% y el 50% de la población mundial vivirá en países con escasez de agua para el 2080, en comparación con el 28% de la actualidad.[2]

A esto se debe sumar la demanda energética del ser humano para realizar sus actividades, y, en consecuencia, la producción de emisiones de gases de efecto invernadero por el uso de energías contaminantes basadas en hidrocarburos.  Como también necesita un techo, va a requerir energía. Sobre esto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su estudio sobre situación mundial de los edificios y la construcción del 2022, dice que el sector construcción fue responsable de más del 34% de la demanda energética y alrededor del 37% de las emisiones de Co2. [3] Surgen, entonces, otros aspectos que considerar: la relación crecimiento demográfico- suelo- recursos alimentarios. A la primera se debe añadir la expansión urbana; al segundo, el manejo inadecuado y las apropiaciones ilegales; a los terceros, los grados de disponibilidad, capacidad de oferta y cumplimiento de la demanda. A fin de cuentas, los tres, se encuentran interrelacionados. Sin embargo, dos elementos clave en lo que tiene que ver con la tierra y los recursos alimentarios han sido la industrialización y la consecuente alteración de los ciclos biológicos.

Hace poco más de dos décadas, Bifani (1999, p.289) se refirió a esto. Señaló que, a lo largo de la historia, y sobre todo a partir del desarrollo industrial de los últimos doscientos años, los ecosistemas naturales se han visto profundamente afectados. A esto añade que los ciclos biológicos fundamentales han sido trastornados y, en algunos casos, seriamente alterados.  Esto deviene en esfuerzos recurrentes por recuperar tierras agrícolas ya deterioradas y, sin tomar las medidas necesarias, incapacidad de abasto de recursos vegetales y animales a una población determinada. 

Lo que debe comprender el ser humano es que las prácticas ambientales imprudentes y desproporcionadas aniquilan su propia existencia. Mateo & Martínez (p.57, 2021) señalan que degradar la biodiversidad implica el deterioro de la salud humana.  Y es que, una vez degradadas flora y fauna, se interrumpe el suministro de servicios ecosistémicos. Ahora bien, si se observa esto desde una perspectiva menos instrumental, se podrá concluir que la biodiversidad promueve otras cuestiones relevantes que convergen incluso con los recursos abióticos: mejor calidad de la tierra, el aire y el agua. A eso, Núñez et al. (2003, p. 3) añaden: “degradación de desechos orgánicos, la formación del suelo y el control de la erosión, la fijación del nitrógeno, el incremento de los recursos alimenticios de cosechas y su producción, el control biológico de plagas, la polinización de plantas, la regulación del clima, el secuestro de dióxido de carbono…”, por mencionar algunos.

Sin lugar a dudas, es evidente que la cantidad de beneficios derivados de la diversidad biológica son desproporcionales en comparación a los cuidados que el ser humano le retorna. La respuesta al segundo cuestionamiento no debería apuntar a la disgregación de los referidos conceptos, más bien al equilibrio ecológico, de manera que se diriman los conflictos Desarrollo Vs. Ambiente – Crecimiento Vs. Biodiversidad, todos necesarios entre uno y otro dilema.

 

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