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Creatividad y libertad: Teoría del principio de la ética (2da. Parte)

Por Virgilio López Azuán

El principio de la Ética en la creatividad

El acto creativo visto desde afuera resiste todos los juicios de valores, todos los puntos de vistas, desde el más execrable rechazo hasta la más encumbrada actitud de fascinación. Se busca la justificación del acto mismo y a cuáles normas o valores definen ese acto. Desde el punto de vista del creador, el acto creativo lo arrastra todo: Las capacidades que ha desarrollado el lenguaje, la matriz racional, la incertidumbre, la veleidad del arte, y el poder de los misterios insondables de la naturaleza humana, esa que es expresada en la matemática del pensamiento y en sus propios azares.
La ética se articula en el espacio intrapersonal, pero se avizora en el extrapersonal, rara vez el creador piensa en la ética o en los cánones morales que resultaría de su obra, es más, muchas veces suelen expresarse contrario a lo pensado, porque las variables del contexto cultural, el imaginario colectivo y las ideologías dominantes, pueden variar la percepción ética o moral de donde parte el producto creado.
La ética también se articula en el espacio social y es el resultado de los valores que le dan los individuos a los productos de la creatividad y lo existente. Lo nuevo genera rupturas, desequilibrios, escala de valores, controversias, exclusión, jerarquización y hasta exterminio. Por eso tanta resistencia a lo nuevo, desde una idea hasta el producto tecnológico más avanzado.
Desde el origen de los tiempos lo nuevo es la resultante del acto creativo, como ya se ha expresado. Eso lo verificamos en todas las doctrinas religiosas, en las creencias, en los productos de la ciencia. Existe la tendencia del pensamiento que el acto creativo es un acto de origen y con él arrastra la justificación ética. O sea, que el complejo ético empieza al principio de la creación o la aparición (para justificar ambas tendencias). A medida que el producto del acto creativo vaya incidiendo en la cultura, en las ideologías, en las actitudes, en las creencias, en la construcción humana, y este afirme códigos o normas morales, entonces la ética alcanza sus grados máximos de justificación, en el plano individual y social.
Para elaborar un pensamiento ético debe haberse conformado primero un pensamiento moral y ser aceptado como tal en la cultura vigente. Porque tanto lo moral como lo ético también son temporales, contextuales y finitos.
Nadie habla de una moral eterna ni de una ética eterna, a menos que lo haga desde un punto de vista dogmático, fundamentalista o teológico. El hombre, visto a la manera de Heidegger, está ahí y tiene la facultad creadora, y ahí empieza su moral, su ética. Visto a la manera de Nietzsche, que se diferencia de ciertas concepciones clásicas como las de Platón, principalmente en la tercera etapa de su pensamiento filosófico, desarrolla otras vertientes éticas renegando a los dioses, principalmente al dios cristiano y a los valores del cristianismo. En su creación del hombre este no lo disminuye como sujeto, sino que declara en “Así hablaba Zaratustra”, que “Dios ha muerto” para dar paso al súper hombre, concebido sobre otros principios ético-morales. El súper hombre visto en la acepción de la palabra Übermensch que significa “Superar”, no la interpretación que se le atribuye al nacional socialismo alemán. Sin embargo, la influencia de varios grupos espirituales neo gnósticos, aquellos seguidores Adam Alfred y de la rusa Madame Blavatsky, quien era hija de un coronel de origen alemán y fundadora de la Sociedad Teosófica, se le tilda de haber influido en la creación del mito ario idealizado por Adolf Hitler.
No haremos una valoración de las concepciones del hombre platónico, nietzscheano ni heideggeriano. Lo que sí es importante referir es que en esos casos todas las concepciones del hombre vistas como un todo o de forma individual permiten la creación de una nueva concepción ético-moral del hombre mismo. Todo acto creativo en el mundo de las ideas genera principios morales y éticos que son arrastrados al espacio cosmogónico del creador. Vienen de un compost generado en la conciencia, formado en un proceso integral que une la herencia genética con todas las avenidas de razonamientos y percepciones posibles del hombre y su cultura.
La ética hace obrar al individuo, pero sirve como muro moderador de sus acciones, lo primero que asalta es la justificación de lo “que no se puede hacer”, dentro de los valores vigentes del contexto. Y a partir de ahí, lo que se puede hacer. Si bien la ética nace en el acto creativo, también es cierto que el creador es rebelde a la ética que se genera en su acto. No parte necesariamente de una concepción ética en el desarrollo de su creación. No puede hacerlo, pues nada que se incube en la libertad puede responder a códigos, si los códigos no lo hacen libre. Pero ese acto creativo no puede prescindir de la ética, está en su estructura de conformación, lo que pasa es que para alcanzar la fascinación que del arte se desprende, tiene y debe encontrar en la ética una razón de libertad.
En la expresión de la conciencia si se deja afuera la ética, esa expresión es incompleta, y aunque pueda alcanzar niveles en el estadio poético su impacto siempre será restringido. Aún en el caso del supremo acto de rebeldía del creador se da por negar todo el campo ético, por anular y justificar la inexistencia promoviendo una anti ética, ahí mismo sin quererlo genera una especie de ética de la anti ética con otros valores y principios.
La creatividad como negación y mentira.
En el acto creativo se fluye, se destapa el torrente. Fluye la cosa y el ente. Empieza en una negación de la cosa misma y una afirmación del ente. Cuando la cosa se hace afirmativa entonces aparece el arte. O sea que el arte, el que produce el estado poético, viene dado por la organización de las estructuras que conforman la conciencia en movimiento, en la fragua creativa. Hay que acotar que el arte en estado puro sólo está en la imaginación y en la máxima sensación humana, capaz de alcanzar la “nota clave”, la misma que desprende la vida, la misma que desprende la muerte. No es una simple emoción estética, es la máxima emoción contemplativa del ser.
Primero es la nada y luego la afirmación que se auto niega para afirmarse. El acto creativo hiere y desangra, transforma y trasmuta; miente y es veraz. Profana lo sagrado y sacraliza lo profano. Pero en su estado artístico el acto creativo esencialmente miente, para revelar la verdad otra, o las verdades otras, la (s) que está(n) encerrada(s) en la metáfora, en la extrema similitud transmutada.
Desde el punto de vista del otro el arte borra la logicidad y la arroja a los ingrávidos estadios de la fascinación y el éxtasis. Aquí las razones no existen, ni tienen sentido que existan porque es el arribo al final del camino que es la máxima aspiración del razonamiento. Las razones abren muchas avenidas, caminos, veredas, trochas que pueden conducir a todas partes, pueden desembocar a las puertas del asombro, del miedo, de la felicidad, del amor, de la fascinación, de la gloria y el infierno, estos últimos vistos por medio de las acepciones asignadas por el imaginario colectivo de los seres humanos.
La facultad de crear mueve las articulaciones mentales y físicas, y puede combinarlas. Ejercita la mente y moldea el ser. Ahora, ¿quién “nos creó”? Unamuno nos habla de una conciencia superior, lo mismo que aseguran ciertas escuelas místicas. O la concepción especulativa de otros, que en algún estadio el ser humano se auto fecundaba. De la frase del Génesis “Varón y hembra los creó”, una especie de andrógino perfecto, con sexos totalmente definidos capaces de la autofecundación, como pasa con algunas plantas. Bueno, pero este es un tema que puede ser simple o complejo y por ahora no nos conduce a certezas irrebatibles, pero nada por donde nos conduzca la mente humana deja de tener sus misterios y sus tentaciones.
El acto de fe puede apoyar al acto creativo, aquí las certezas son aceptadas sin que existan evidencias verificables y eso es rechazado por el pensamiento científico. Pero la fe tiene la facultad de apoyar la voluntad que es el carro que hace mover el acto creativo generado en la conciencia.
Al crear se niega, se afirma, se miente y se hace veraz en el proceso de consumación del arte, pero primero se niega. Como hemos entredicho esa consumación nunca será totalmente pura. Esa pureza puede existir por sí misma en la auto organización de sus componentes, pero no por la manipulación de los otros.
La creación funciona como un comportamiento de emergencia, en el sentido que plantea Edgar Morín. Ahora bien, ya hemos dicho que el arte se hace verás en su consumación, ahora completamos que al mismo tiempo se hace mentira. Al crear se niega el vacío, y me refiero al vacío conceptual.
Lo que está ahí gravita en un espacio-tiempo, que antes no estaba, ni siquiera el espacio-tiempo existía. ¿El espacio-tiempo es una creación o auto creación?, ¿es un matrimonio originario de la naturaleza misma?
Siempre habrá misterios insondables y mientras más sabemos más nos preguntaremos. Para Aristóteles el hecho y la realidad eran muy importantes, para otros la ontología de la realidad, y por supuesto, para mí el acto real que hace la realidad, quién hace la realidad, y dentro de esa realidad cuál es su dinámica funcional.
La creatividad apunta a la conformación de la realidad, de la realidad propia para hacerla social, aún en el más profundo surrealismo. La manera de perfección de esa realidad pone de relieve la naturaleza artística que es inherente a la creatividad. La realidad tiene estructura de ficción, como a decir de Lacan, parece entonces que la ficción es inherente a la realidad y a la verdad.
Para los pensadores como Heidegger “Solo hay mundo donde hay lenguaje”. Estas ideas se debaten en planteamientos como el de la creación según la versión cristiana: «En el principio era el Verbo…” (Reina Valera 1960. Juan 1:1-3). ¿Pero hasta dónde se puede afirmar que todo es lenguaje? Aquí el mundo es el resultado del lenguaje. La creatividad conlleva el lenguaje… Refiere Heidegger que “La lengua es la casa de la verdad del ser”. En este caso yo diría “El lenguaje es casa de la verdad del ser”, porque la verdad del ser no está solo en “la casa de la lengua”. Tampoco, las cosas no solo son conformadas por el lenguaje, como si el lenguaje fuera artesano. Debemos pensar que las cosas ya existen y habitan el interior del lenguaje, y son sacadas a la realidad otra como algo nuevo. Se diría que la realidad aparece en tres estadios: La otra realidad, la realidad y la realidad otra.
La otra realidad viene de atrás, de la ontología de la realidad, y es una memoria que guarda el subconsciente freudiano, que es producto de la imaginación, de un pasado genético. En la realidad no me detendré, es la que se explica en el mundo sensible. La realidad otra, también es producto de la imaginación que proviene del mundo imaginario y contrasta con la realidad sensible.
De todas maneras, la realidad caracterizada, conceptualizada, será motivo de fuertes debates, más aún cuando se desarrollen las capacidades humanas que guarda la memoria genética de los individuos, cuando se disminuya el umbral gnoseológico y se pueda inferir en otras dimensiones de la realidad. Eso fortalecerá mucha más capacidad creativa y el desarrollo del arte.
Si bien la creación apunta a la negación, a la afirmación, a la mentira y a la verdad, también es cierto que cada uno de estos conceptos es caracterizado por una ética particular, por un antiético particular; por unos valores y antivalores. La puesta en práctica de los valores que los conforman define el estado de degeneración o el estado de consumación del resultado de la creación.

El autor es un laureado escritor, gestor cultural y académico.

Por Virgilio López Azuán

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