Medio Ambiente

El conocimiento de Dios y la destrucción medioambiental

Por: Julio Gálvez

Santo Domingo, R.D. marzo 27 2024-

OjaDiario

La Teología y todos los creyentes cristianos no pueden estar alejados de uno de los problemas más acuciantes a nivel global; nos referimos a la destrucción del medio ambiente y el cambio climático. La fe también responde a esa relación fiducial y frontal con Dios, la cual se traduce en actitudes de protección y cuidado ante su Creación que es «símbolo sacramental» porque rememora la acción salvífica, conmemora la presencia de Dios en la historia humana y anticipa la plena comunión de Dios con el género humano.

Partiendo del presupuesto que concibe al ser humano como un ser racional y capaz de trascendencia, se deduce que está llamado al cuidado y al proyecto de sentido tanto de sí mismo como de su estar-ahí en el mundo, a una experiencia transcendente, a saber, de relación con el otro en medio de lo otro para vivir en el absolutamente otro. Al comprender la tierra como un organismo vivo donde acontece la experiencia de lo divino, se justifica por qué debemos coexistir en amabilidad, compasión y misericordia, desde la diversidad y la auto organización, es decir, en capacidad de autoconstruirnos sinérgicamente en conjunto con el otro.

Entonces, en este texto se pretende realizar un acercamiento a una lectura de la problemática global, nos referimos a la destrucción sistemática del medio ambiente, en clave de sostenibilidad, es decir, desde los lentes de la tríada: sociedad, medio ambiente y economía. Luego se desarrollará la postura eclesial en su abundante reflexión de la doctrina social de la Iglesia y los alcances que «debería» apostar en su actitud profética ante el mundo.

Por último, en diálogo con las demás áreas del conocimiento, se plantearán algunas conclusiones con la intención de abogar por una ecología más amplia y profunda que implica nuevos saberes, protección, defensa y promoción de la dignidad de la vida de todos los seres que son criaturas en el designio salvífico de la presencia de Jesús, el Cristo.Se apuesta por la decidida y fiducial convicción de que las soluciones a este problema global no solamente vendrán de los aportes de la tecnología bien utilizada, sino de un cambio y conversión hacia actitudes más incluyentes, renovadoras y proyectadas hacia una verdadera calidad de vida y de desarrollo humano integral, que no es otra cosa que la experiencia concreta de la vida en el Reino de Dios.

La consideración de la tierra como madre, signo de la creación divina, el rostro materno de Dios, «nuestra casa», es la condición básica para establecer una reflexión entre la ecología y la doctrina social de la iglesia, en diálogo con las demás áreas del conocimiento, a propósito de uno de los problemas más acuciantes para el mundo de lo humano. Ya no es un problema de algunas naciones ni de unas ciencias, sino que es una problemática global que integra los distintos saberes, un ambiente de pobreza donde la violencia y la inequidad entre naciones, unas cada vez más ricas y otras más pobres, es más evidente, indignante y repulsivo.

Ahora bien, la iglesia, como institución social, debe asumir responsablemente este tema con entereza, investigación teológica y pastoral profética en unión con todos los seres humanos sin importar su creencia o ideología.

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